Conozco el cuadro de Roland desde 1992, cuando conocí a Étienne.

Sus cuadros de gran tamaño, con sus figuras colgantes, son, por tanto, recuerdos familiares, y cuando decidimos comprar uno de sus cuadros, Roland nos presentó una serie de cien formatos pequeños. Estas imágenes nos parecieron triplemente interesantes y encantadoras. En primer lugar por su origen, ya que Roland nos había explicado que los lienzos en los pequeños formatos procedían de un cuadro de gran tamaño, recortado y resucitado. Luego, porque nos permitieron recrear el movimiento suspendido, el ojo pasando de una imagen a otra. Finalmente, porque al disponer nuestro políptico como deseábamos, las combinaciones visuales nos parecían infinitas.

Nuestra elección estuvo orientada hacia una lectura alegre de los cuerpos flotantes, toques de azul en cada una de nuestras diez imágenes les dieron coherencia. Están dispuestas hoy en tres filas y tres columnas formando un cuadrado, después de haber sido durante mucho tiempo una simple línea de color y aire. Estas miniaturas nos dieron la oportunidad de pasar mucho tiempo en el taller eligiendo, hablando, dudando e intercambiando con Roland. Están presentes a diario, aunque sujetos a variar sus combinaciones. Gesto final de amistad: cuando nació nuestro primer hijo, le enviaron un paquete que contenía una undécima imagen.

Dominik Manns, profesor